¿Cuántos empleos perdió realmente Estados Unidos frente a China?
- 3 febrero 2017
En la visión del mundo económico del presidente de Estados Unidos, Donald Trump, parece haber dos grandes enemigos: México y China.
La nación latinoamericana es el terreno al que se han ido tantas firmas automotrices estadounidenses en busca de costos de producción más baratos.
Mientras que China es la nación que, en palabras de Trump, ha estado "violando" económicamente a Estados Unidos, acumulando enormes superávits comerciales, supuestamente mediante la manipulación y el abuso de las reglas internacionales del libre comercio.
Un cargo rechazado por China y por muchos observadores, que alegan que el empleo industrial perdido en Estados Unidos se ha desvanecido en buena parte debido a la automatización que llega con el avance tecnológico de las empresas.
Y que sostienen que pretender que las fábricas estadounidenses recuperen los cientos de miles de empleos perdidos es similar a esperar que los carruajes de caballos vuelvan a ser el método principal de transporte: en ambos casos, una idea obsoleta.
Pero parte de la discusión se centra en torno a cuantificar el número de empleos que se han ido a China.
Productos clásicos
Lo cierto es que muchos productos icónicos estadounidenses se fabrican en el país asiático. Desde el iPhone más sofisticado hasta juguetes simples, todos llevan el rótulo de Made in China.
Lo que debe tener un efecto en el empleo.
El Instituto de Política Económica, un centro privado de investigación estadounidense de tendencia liberal, publicó un informe en el que sostiene que entre 2001 y 2015 se perdieron hacia China 3.4 millones de empleos en Estados Unidos, especialmente en manufactura y construcción.
"Los empleos que hemos ganado (en Estados Unidos en los últimos tiempos) son en servicios, como en el comercio, restaurantes y cuidado doméstico de salud, en donde los salarios son más bajos, un 30% menor en promedio (que los salarios industriales)", le dijo a la BBC Robert Scott, autor de las investigaciones sobre el impacto de China en el mercado laboral estadounidense.
"Estamos cambiando trabajos buenos por malos", asegura.
Manipulando
Robert Scott lleva tiempo argumentando que la manipulación de la moneda es un factor clave en explicar por qué China está aventajando comercialmente a Estados Unidos.
Alega que, al mantener el precio de su divisa artificialmente bajo por años, el gobierno chino ha abaratado sus exportaciones, haciéndolas más competitivas.
Una acusación que Trump amplificó durante su campaña presidencial.
Pero que no es compartida por todos.
"En el largo plazo, el yuan ha venido apreciándose", asegura el corresponsal de la BBC, Timothy McDonald.
Obsoleto
Y está la opinión de muchos economistas como el premio Nobel de economía Paul Krugman, franco opositor de las políticas de Trump, que aseguran que las políticas proteccionistas sugeridas por Trump como antídoto poco pueden hacer.
Pues el verdadero "culpable" de la pérdida de empleos estadounidenses, según ellos, es el progreso tecnológico que ha hecho que el trabajo que antes hacían miles de empleados en un fábrica ahora es automatizado y controlado por unos cuantos operarios muy calificados.
Más aún, agregan muchos de estos contradictores de Trump, las soluciones planteadas por el nuevo presidente pueden empeorar de manera sustancial la situación de empleo para los estadounidenses.
La aplicación de barreras comerciales a China, como sugiere el mandatario, puede resultar en una guerra comercial global, que eventualmente podría afectar las exportaciones estadounidenses a muchos países aparte de China.
Un escenario de proteccionismo generalizado podría resultar devastador para ambas economías.
Los expertos dudan mucho en recomendar medidas como el arancel de 45% a las importaciones chinas que propuso Trump en el fragor de su campaña electoral.
Pero en un ambiente como el actual, en el que los consejos de los expertos muchas veces se ven ahogados por los gritos de los seguidores del nuevo ocupante de la Casa Blanca, no es descartable que Trump decida que le resulta un camino político más expedito culpar directamente a Pekín por los millones de empleos estadounidenses perdidos.
Aunque en el proceso, corra el riesgo de poner todavía más puestos en peligro.
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